La existencia de Dios y el problema del mal
Similarmente, cuando los ángeles le cuestionaron a Dios la creación de humanos que cometerían pecados, estuvieron completamente satisfechos con la respuesta de que Dios conoce lo que ellos no. Aceptaron Su sabiduría superior con humildad y fe completa en el Conocimiento Divino: {Y [menciona, oh, Muhammad] cuando tu Señor les dijo a los ángeles: “He de establecer en la Tierra a quien la herede”, dijeron: “¿Pondrás en ella a quien la corrompa [devastándola] y derrame sangre siendo que nosotros Te glorificamos y santificamos?”. Dijo: “Yo sé lo que ustedes ignoran”} [Corán 2:30].
Ibn Al Yauzi (fallecido en 1201) dijo: “La mente ha reconocido la sabiduría del Creador, y que no tiene falla o defecto. Este reconocimiento la obliga a abstenerse de [objetar] aquello [de esa sabiduría] que está oculto de ella. Cuando algún asunto no es claro, sería incorrecto determinar que el principio en sí mismo es inválido”. Por ejemplo, ¿qué lógica posible podría haber en dañar un bote y someter a su tripulación a hundirse? ¿Qué sabiduría podría existir en asesinar a un pequeño niño? En la historia del Profeta Moisés y Al Jidr [18:60-82], esos males aparentes se nos revelan y vemos los finos detalles del tapiz Divino. Esta historia demuestra que frecuentemente no podemos comprender el motivo detrás de ciertos males aparentes. Moisés, la paz sea con él, no sabía que dañar ese bote previno que fuera confiscado a la fuerza por un rey pirata, y que matar a ese niño puro fue por misericordia para él y sus padres, evitándoles un mal mayor de haber llegado a la madurez.
Finalmente, esta prueba que es la vida carecería de sentido si las leyes naturales del mundo no existieran, ya que es nuestro reconocimiento de patrones coherentes –como la causa y el efecto– lo que nos lleva a enfrentar la realidad. Si los lobos no pudieran ver a los corderos, y si los ángeles salvaran a los ciervos de los incendios forestales, si los virus salieran mágicamente de nuestros cuerpos, si apareciera de repente gas pimienta en los ojos de cada violador, si cada francotirador sufriera de parálisis en sus dedos o si emergiera alimento en el estómago de cada niño hambriento, ese “mundo perfecto” estaría lleno de fallas porque no tendría leyes perennes o patrones de causalidad, y también porque su mal funcionamiento requeriría constantemente de la intervención de Dios. En la realidad, sin embargo, esas leyes hacen que el mundo sea como debe ser, y están allí para que la vida sea un campo de prueba. Deben existir eventos que requieran de la súplica a Dios, como salvar a alguien en peligro con coraje, o servir a los demás con abnegación. Es verdad que las mismas leyes que Dios creó y permiten que la vida sea estable, disfrutable, posible, son las mismas que a veces hacen que la vida sea dolorosa e incómoda. El deshielo de los glaciares sin duda irriga la tierra y sacia la sed de la gente y animales, pero puede también resultar en inundaciones destructivas. Los relámpagos brindan óxido nítrico a las plantas pero pueden a menudo golpear fatalmente a alguien. No obstante, en todos estos casos Dios creó una ley natural que hace más bien al mundo que el mal que pueden ocasionar. Ese bien general incluye, pero no se limita a, la habilidad de interactuar con una realidad comprensible (leyes naturales) y la evaluación de cómo usamos nuestro raciocinio con respecto a ella.
Cosechando en el más allá
{La vida en este mundo no es más que distracción y diversión, la vida del más allá es la vida verdadera. ¡Si supieran!} [Corán 29:64]
Cuando evaluamos nuestras vidas transitorias en este mundo y las comparamos con la del más allá, el problema del mal y el sufrimiento se desintegra. ¿Qué son 70 años de una supuesta miseria comparados no con 70 billones, sino años infinitos de felicidad inimaginable? Por el contrario, reducir nuestra existencia a solo esta vida es lo que amplifica negativamente nuestra percepción de los momentos “injustos” en ella. El musulmán ve el más allá como una realidad inevitable, una que empequeñece nuestra existencia aquí a la nada misma, tal como dijo el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Si Al-lah hubiera considerado que la vida mundanal valiera como un ala de mosquito, el incrédulo no tendría permitido siquiera tomar un trago de agua de ella”(Tirmidhi). Ali Bin Abi Talib, que Al-lah esté complacido con él, describió más en detalle ese momento de llegada al más allá y cómo hará que esta vida sea percibida como un sueño, diciendo: “La gente está profundamente dormida. Cuando mueren, despiertan” (Imam Suiuti en su libro Ad-Durar Al Manthura).
Es común encontrar a ateos que suman los malos incidentes del mundo, apilándolos para evocar sentimientos en su audiencia, intentando persuadir a la gente para que se enojen con Dios. Al apelar a las emociones buscan subrayar ese dolor y sufrimiento como si no fueran excepciones sino la regla. Sin embargo, incluso sin notar estas tácticas manipulativas, las convicciones de un musulmán sobre la vida en el más allá, basadas en la evidencia, serían más que suficientes para contrarrestarlas. Por ejemplo, el Profeta, la paz y bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “La persona más destruida de este mundo –para la gente del Paraíso– será traída en el Día de la Resurrección y probará apenas una gota de la morada eterna. Se le dirá: ‘Oh, hijo de Adán, ¿has visto alguna penuria? ¿Tuviste alguna dificultad?’. Él dirá, ‘¡No, por Al-lah, mi Señor! No experimenté dificultad alguna; no vi ninguna miseria’” (Muslim). Esta persona no estará mintiendo, sino que habrá olvidado todas las dificultades anteriores por solo probar una pizca del éxtasis. En un flash, esta persona que sufría desventajas, que provocaba lástima, que fue perjudicada en este mundo, será objeto de intensa admiración por miles de millones de observadores que se consideraban “privilegiados”. el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “En el Día de la Resurrección, cuando la gente que sufrió calamidades reciba su recompensa, aquellos que fueron perdonados desearán que su piel hubiera sido cortada en pedazos con sierras cuando estaban en el mundo” (Tirmidhi).
Continúa...