{Y no te enviamos [¡oh, Muhammad!] sino como misericordia para los mundos.} [Corán 21:107]
El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos trajo la guía de Al-lah, y cuando nos apegamos a ella, cuando seguimos su ejemplo cumpliendo sus órdenes y alejándonos de sus prohibiciones, nuestras vidas son llenas de la misericordia y las bendiciones de Al-lah, Glorificado sea. Dijo Al-lah (lo que se interpreta es español): {Mas quien se aleje de Mi Mensaje llevará una vida mísera…} [Corán 20:124]
Mientras estamos vivos experimentamos un sin fin de eventos abruptos que sacuden nuestro camino. Nos manejan las dificultades.
Esto significa que nuestras almas están siendo bombardeadas constantemente con estímulos que, o bien tienen en nosotros un efecto positivo o su efecto es negativo. Un chisme por aquí, un vistazo por allá, un sutil “uf” por todas partes, todo suma. Por otro lado, no tenemos idea de los muchos favores que le hacemos a nuestra alma con actos de adoración cotidianos que pueden parecer muy pequeños por no requerir de gran esfuerzo: aquellas cinco páginas del Corán que lees cada día, los ayunos de lunes y jueves, el sentarte mientras bebes, en fin, todo lo que es Sunnah.
¡Ah! El alma, la más sensible de las creaciones. Nos guste o no, jugamos con ella este juego de toma y dame. La ayudamos. Luego la lastimamos. Luego la ayudamos. ¡Luego la lastimamos más! Y cuando nos preguntamos a nosotros mismos: “¿Por qué me siento tan deprimido y descontento con mi vida?” “¿Por qué sigo muriéndome de celos si rezo con todo mi corazón para que éstos desaparezcan?” “¿Por qué es tan difícil para mí recordar todo el día a Al-lah como debería?”... ¿Acaso una habitación es hermosa si ninguna de sus cuatro paredes está bien terminada?
Podemos culpar (y solemos hacerlo) a fuentes externas –hogar inestable, padres divorciados, malas amistades, deudas financieras, etc. – por nuestra miseria. Pero, ¿alguna vez te encontraste sintiéndote feliz y lleno de esperanza un día, y justo al día siguiente, sin que nada en especial hubiera sucedido, tu estado de ánimo ha cambiado y sientes ahogarte en el fango de la miseria?
Eso no quiere decir que no existan presiones externas. ¡Por supuesto que las hay! Pero tenemos un control muy limitado sobre las cosas ajenas a nosotros mismos. Y nuestro “estado de ánimo” es un indicador de la condición actual de nuestra alma. Todo se reduce a esto: la alegría es una elección, y lograr la dicha también es una cuestión de voluntad y de esfuerzo, no es un estado que caiga sobre ti mágicamente del cielo. Entonces, ¿cómo nos hacemos felices? Dice el Corán (lo que se interpreta en español): {Aquellos que creen, sus corazones se sosiegan con el recuerdo de Al-lah. ¿Acaso no es con el recuerdo de Al-lah que se sosiegan los corazones?} [Corán 13:28]
Al-lah dice en un hadiz qudsi: “Con aquel que muestre enemistad hacia alguien devoto a Mí, estaré Yo en guerra [con él]. Mi siervo se acerca con nada más amado por Mí que las obligaciones religiosas que le he impuesto. Además, Mi siervo continúa acercándose a Mí con las obras voluntarias hasta que lo amo. Y cuando lo amo, soy sus oídos con los que escucha, los ojos con los que ve, las manos con las que toca y los pies con los que camina. Cuando Me pida [algo] puede estar seguro de que se lo daré. Y cuando Me pida refugio, con toda certeza se lo concederé. No dudo de nada tanto como de [tomar] el alma de Mi siervo fiel, [pues] él odia la muerte, y Yo odio lastimarlo”. [Bujari]
He escuchado muchas veces este hadiz, igual que tú. Pero sólo recientemente comprendí la magnitud de su importancia. Nuestra felicidad está en nuestra propia elección a entregarnos. Mientras mayor sea nuestra entrega, mayor será nuestra tranquilidad en esta vida e, in sha Al-lah, en la última. Si quiero deshacerme del orgullo, debo trabajar para hacer todas mis oraciones a tiempo. Y si realmente deseo lograr esto, entonces debo hacer la oración lo más pronto posible en su horario, luego en el mejor lugar, luego en la mejor compañía: mejoras espirituales pequeñas pero de peso, si quieres. Lo mismo ocurre con el Zakat, la caridad, y así sucesivamente.
Del mismo modo que seremos juzgados por las más pequeñas acciones malas, también las buenas acciones, por pequeñas que sean, afectan dramáticamente nuestras almas hipersensibles.
No tenemos más remedio que ser buenos, es decir, si queremos alegría y una vida pacífica.