Para comprender el Adhan hay que conocer y entender que las dos Shahadas están compuestas por tres partes fundamentales, la cuales son:
1. El verbo “Ash-hadu” (atestiguo, testifico, declaro).
2. “La ilaha il-la Al-lah” (nada ni nadie merece adoración sino Al-lah).
3. Muhammad Rasulul-lah (Muhammad es el Mensajero de Al-lah).
1. El verbo “Ash-hadu”:
Este verbo tiene varios significados, dentro de los que se encuentra presenciar, ver, atestiguar, testificar, declarar, etc. Por lo que “Ash-hadu an la ilaha il-la Al-lah” y “Ash-hadu anna Muhammad Rasulul-lah” quiere decir que la persona presencia, ve, atestigua, testifica y declara con su corazón, su razón y su lengua, con toda seguridad y certeza, que nada ni nadie merece adoración sino Al-lah y que Muhammd es Su Profeta y Mensajero.
2. La ilaha il-la Al-lah:
En el tiempo en el que se dio inicio a la divulgación del Islam, los árabes de aquel entonces, creían que había dioses a los que adoraban por medio de ritos, súplicas y la confianza que en ellos depositaban. Ellos asociaban a estas deidades con Al-lah, pero no negaban la existencia de Al-lah y tampoco que Él fuera el Creador y el Sustentador. Así que el Profeta Muhammad, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, no tuvo problema con ellos respecto a la existencia de Al-lah y Su señorío, sino que la cuestión que entró a aclarar y corregir fue la que tenía que ver con la creencia de que la divinidad únicamente pertenece a Al-lah, así como la adoración.
Los idólatras, a quienes fue dirigido el llamado hacia “La ilaha il-la Al-lah”, creían que sus deidades eran sagradas y, por ende, merecedoras de adoración. Por eso el Corán buscó socavar esta creencia, para de esta forma acabar con el politeísmo de raíz y evitar que renaciera. Por eso encontramos en el discurso islámico que el único divino y, por lo tanto, el único merecedor de todo acto de adoración es Al-lah.
3. Muhammad Rasulul-lah:
Esta es la segunda parte que conforma el testimonio o declaración de fe en el Islam. Acá se señala claramente que él no es un ídolo y que tampoco tiene alguna de las características de la divinidad. Por otra parte, se determina que él no fue un mentiroso ni un hechicero ni un adivino ni un loco, y mucho menos un timador. Efectivamente, él fue como los demás hombres, un humano creado por Dios. Pero se diferencia de ellos en la revelación y la profecía, esto lo aclaró Al-lah, Glorificado y Exaltado sea, cuando dijo (lo que se interpreta en español): #{ Diles [¡oh, Muhammad!]: Ciertamente yo soy un hombre como vosotros, me fue revelado que vuestra divinidad es una sola [Al-lah]}## [Corán 41:6].
Ciertamente son muchas las señales que sustentan la veracidad de su profecía, desde sus propias características, como sus milagros y los anuncios que en los libros anteriores al Corán hay sobre él. Y eso que no mencionamos como prueba el éxito que tuvo, tiene y seguirá cosechando su mensaje. Todo esto junto con la más grande de todas las señales que Al-lah le otorgó, el Corán, son la acreditación de su misión.
Así pues, el Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, es un emisario o enviado de Al-lah, un hombre enviado por Al-lah a los seres humanos, para que les transmita Su mensaje, apoyado por señales que Al-lah ha decretado como prueba de su veracidad y la autenticidad de su misión.
Por otra parte, afirmar que se cree en Muhammad, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, como Enviado de Al-lah implica que se debe aceptar todo asunto que él informó en relación a lo oculto, los asuntos del más allá y los sucesos que están fuera de la percepción humana. Esto comprende la creencia en Al-lah, en los Ángeles, los Libros revelados, los Profetas, el fin del mundo, la resurrección y el juicio final, y en la divina predestinación, para bien o para mal. Aceptar lo que él nos informó es la manera de confirmar su profecía, pues así se está acreditando que todo lo que enseñó no fue inventado ni fabricado por él, sino que es la transmisión de lo que Al-lah le revelaba e inspiraba, y ordenaba difundir.
Pero además de aceptar lo que él nos enseñó de la creencia, debemos obedecer y cumplir con los preceptos que él transmitió y dictó en relación a las leyes islámicas o la Shari’ah. Debemos acoger estos preceptos teniendo en mente que fueron establecidos para asegurar el bienestar del individuo, la familia, la sociedad, el Estado y, finalmente, de toda la humanidad. Obedecer estos aspectos y aplicarlos en nuestras vidas es algo indispensable que demuestra que realmente se es consciente de esta Shahada y de que se ama y aprecia al Profeta Muhammad, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, por lo que fue y por su legado.
El amor y el aprecio por el Profeta Muhammad, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, su obediencia y la conciencia de lo que él fue, son tres asuntos que están unidos y son indivisibles, pues no se puede seguir las determinaciones de otra persona si no se la ama, y no se ama a alguien si no se lo conoce.
Ciertamente “La ilaha il-la Al-lah, Muhammad Rasulul-lah” es una elección de vida que determina la forma en que la persona concibe su existencia y el modelo de comportamiento que quiere aplicar. Pronunciarlas supone un cambio en el nivel del entendimiento, el pensamiento y la realidad. Esto porque la Shahada delimita de dónde se está tomando lo que se aplica en la vida en todo campo, el objetivo que se busca alcanzar. Con este testimonio y declaración de fe, se diferencia una persona común de un siervo de Al-lah.