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Divinizando al hombre (Parte 2)

Divinizando al hombre (Parte 2)

Los hombres se convierten en Dios 

Desde la perspectiva de la humanidad de Jesús, la creencia cristiana de que él es Dios puede ser percibida como la simple elevación de un ser humano a un estatus divino. Sin embargo, existe otro conjunto de creencias entre algunos seguidores del Islam que, al igual que el hinduismo y el budismo, ofrecen a los seres humanos la oportunidad de convertirse en Dios.
El origen de esas creencias pueden encontrarse en el misticismo cuyas raíces se hallan en las antiguas religiones misteriosas griegas. El misticismo se define como una experiencia de unión con Dios y la creencia de que el principal objetivo del hombre en la vida está en buscar esa unión. El filósofo griego Platón propuso este concepto en sus escritos, particularmente en su Simposio. En él describe cómo el alma humana puede ascender espiritualmente hasta que finalmente se reúne con Dios [1]. La base de esta creencia es la enseñanza de que los seres humanos son, de hecho, partes de Dios que han quedado atrapadas en este mundo material. El cuerpo físico que recubre el alma humana. En consecuencia, el alma en su opinión es divina. La parte de Dios que está atrapada en este mundo debe liberarse del mundo material y reunirse con Dios.
En el pueblo musulmán surgió una secta que promovió la misma idea. Sus seguidores son llamados tradicionalmente “Sufis” y su sistema de creencias es llamado “Sufismo”. Este término se traduce habitualmente como “misticismo” o “misticismo islámico”. Se basa en el mismo concepto que el de la mística griega – que dice que el alma humana es divina y que la manera en que se reúne con Dios es a través de ciertos ejercicios espirituales. Diversos grupos de Sufis evolucionaron hacia cultos llamados Tariqah” (caminos). Cada culto recibía el nombre de su fundador real o supuesto, y cada uno tenía sus propios ejercicios espirituales los cuales sus miembros cumplían a rajatabla. La mayoría enseñaba que después de que los seguidores llevaran a cabo los ejercicios espirituales, emocionales y físicos prescritos, se unificarían con Dios. Esta unión recibió el nombre árabe de fana’, que significa “disolución”[2] o wusul, que significa “llegada”. El concepto de “unidad con Dios” fue rechazado por los estudiosos musulmanes tradicionales pero aceptado por algunas masas. En el siglo X, un devoto Sufi, Al Hallak (858-922), anunció públicamente que él era Dios y escribió poemas y un libro llamado Kitab At-Tawasin con ese fin. En él escribió: “Si no reconoces a Dios, al menos reconoce su señal; soy la única verdad absoluta porque a través de la verdad soy la verdad eterna. Mis amigos y maestros son Iblís[3] y el Faraón. Iblís fue amenazado con el Infierno, porque no admitía que hubiera nada entre él y Dios, y aunque me maten y crucifiquen, y me corten las manos y los pies, no me retractaré”.[4]
Ibn ‘Arabi (fallecido en 1240) llevó el concepto de unidad con Dios un paso más allá afirmando que solo existe Dios. En una de sus obras escribió lo siguiente: “Gloria a Él, quien hizo aparecer todas las cosas a la vez que constituye su esencia”[5]. Y en otro libro escribió: “Él es la esencia de todo lo que aparece, y Él es la esencia de lo que está oculto cuando Él aparece. Quien Lo ve es solo Él y nadie se oculta de Él porque Él aparece ante Él mismo a la vez que está oculto”[6]. Ese concepto es llamado Wahdatul-wuyud (unidad de la existencia) y se hizo muy popular entre los Sufis en todo el mundo musulmán.
¿Por qué? 
¿Qué fue lo que llevó a la gente a creer que Dios se hizo hombre o que Dios y el hombre eran uno solo? La razón fundamental era la incapacidad que esta gente tenía para entender o aceptar el concepto de que Dios creó este mundo a partir de la nada. Ellos percibían a Dios como a ellos mismos, creando cosas a partir de lo que ya existe. Los humanos crean cosas manipulando lo que ya existe y modificando su estado, su forma y su apariencia para darles distintas funciones. Por ejemplo, una mesa de madera fue alguna vez un árbol en el bosque, y sus clavos y tornillos alguna vez fueron vetas de hierro en las rocas subterráneas. Los humanos cortaron el árbol y le dieron forma de mesa; extrajeron el hierro, lo fundieron, y le dieron la forma a las piezas que componen la mesa. Luego unieron todas las partes para así crear la mesa con sus distintos usos. De igual manera, las sillas plásticas en las que nos sentamos alguna vez fueron petróleo líquido, almacenado en las entrañas de la tierra. Es imposible imaginarnos sentados sobre petróleo de la misma manera que nos sentamos sobre una silla. Sin embargo, gracias a la capacidad humana de manipular los componentes del petróleo, se produce el plástico y se fabrican las sillas para que los humanos se sienten en ellas. Esa es la esencia de la actividad humana; los humanos simplemente modifican y transforman lo que ya existe. No crean los árboles ni producen el petróleo. Cuando hablan de producción de petróleo, en realidad se está hablando de extracción. El petróleo fue creado a través de millones de años de procesos geológicos; luego los humanos lo extrajeron de la tierra y lo refinaron. Tampoco crearon los árboles. Aún si los hubieran plantado, no crearon las semillas originales.
En consecuencia, los humanos, en su ignorancia de Dios, a menudo conciben a Dios como un ser igual a ellos. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento dice lo siguiente: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Para los hindúes, Purusa es el Dios creador, Brahma, en su forma humana, y tal como los humanos crean manipulando el mundo existente que los rodea, el dios creador debe hacer lo mismo.
Según la filosofía Hindú, Purusa es un retoño gigante de Brahma, con mil cabezas y mil ojos. De él surgió Viraay, su contraparte femenina y compañera en el proceso de creación. Purusa es también la ofrenda de sacrificio (vv. 6-10) y de su cuerpo desmembrado surgieron las cuatro castas sociales tradicionales (varnas)[7]. Perusa Hymn sostiene que los Brahmanes eran la boca de Purusa; los Ksatriyas (nobles), sus brazos; los Vaishyas, sus muslos; y los Shudras, sus pies[8]. La incapacidad de los hindúes de concebir a Dios como creador de este mundo a partir de la nada los llevó al concepto de que Dios creó al mundo a partir de sí mismo y a su pueblo a partir de las distintas partes de Su cuerpo.
La capacidad humana de entender las ideas y conceptos es limitada. Los seres humanos no pueden captar ni entender lo infinito. La creencia, que Dios le enseñó a Adán, era que Dios creó este mundo a partir de la nada. Cuando Él quería que algo existiese, simplemente lo decía y Su orden hacía que existieran aquellas cosas que antes no existían. Este mundo y su contenido no fueron creados a partir de Dios mismo. De hecho, el concepto de Dios como creador del mundo a partir de Sí mismo reduce a Dios al nivel de sus criaturas, quienes simplemente crean algo a partir de otra cosa ya existente. Aquellos que sostenían y siguen sosteniendo esa creencia son incapaces de captar el carácter único de Dios. Él es Único y no existe nada como Él. Si Él hubiera creado el mundo a partir de Sí mismo, sería como Sus criaturas.

Divinizando al hombre (Parte 1)


[1] Ver Colliers Encyclopedia, vol.17, p.114
[2] Ver Ihyaa ‘Ulum ad-Din, vol. 4, p. 212.
[3] Nombre propio de Satán según el credo musulmán.
[4] Ver Idea of Personality, p. 32
[5] Ver Al Futuhat Al Makkiah, vol. 2, p. 604
[6] Ver Fusus Al Hikam, vol. 1, p. 77.
[7] Ver Dictionary of World Religions, p. 587
[8] Ver The New Encyclopedia Britannica, vol. 20, p. 552

 

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