Cuando somos niños, nuestros padres son nuestros héroes. Los admiramos y nos impresiona cada cosa que hacen. Observamos todos sus movimientos y tratamos de imitarlos. En nuestros cuartos, cuando jugamos a la casita, nos hacemos los que cocinamos, lavamos y hasta criamos a nuestros hijos (muñecas).
Nos asombra cuánto saben y nos impresiona todo lo que pueden hacer. Deseamos poder ser como ellos cuando crezcamos.
Luego, cuando ya somos mayores, no queremos hacer nada como nuestros padres. Los ignoramos cuando nos dicen que nos cortemos el pelo o que utilicemos ropa más holgada o más larga. Nos enojamos cuando ellos nos preguntan acerca de nuestros amigos y quiénes son. Hasta les mentimos acerca de lo que hacemos y a dónde vamos.
Decimos que no queremos ser para nada igual a nuestros padres. Nos hacemos la promesa que nunca haremos tal y tal cosa de la manera que nuestros padres las hicieron. Y estamos seguros que cuando tengamos hijos, sabremos mucho mejor que ellos cómo criarlos porque podremos identificarnos con ellos mucho más.
¡Los padres simplemente no entienden!, en los años ochenta, este insignificante mantra hizo de una canción pop un gran éxito en las listas de popularidad. Los hijos de todas las generaciones están de acuerdo en una cosa: ¡Los padres simplemente no entienden! De hecho, si les preguntas a tus propios padres, es muy probable que consigas que te confiesen por lo menos una ocasión en la que ellos sintieron que sus propios padres no los entendían. Piénsalo. Nuestros padres debieron ser hijos también. ¿Acaso piensas seriamente que no tuvieron problemas con sus padres porque estos no los entendían? Claro que sí los tuvieron.
Cada generación experimenta una brecha entre la anterior y la que le sigue. Nuestra generación no es una excepción. Por supuesto que tenemos diferencias en nuestra manera de pensar y en nuestros ideales. Es virtualmente imposible vivir en una sociedad multicultural, en continuo crecimiento, y no tener una brecha o conflicto generacional. Las cosas cambian rápidamente, y es difícil mantenernos al ritmo de los avances en tecnología, finanzas, cultura y lenguaje, por mencionar solo algunos aspectos. Por ejemplo, el Ipod que tienes metido en tus oídos no les hace ningún sentido a tus padres, quienes aún se aferran a sus casetes.
Sin embargo, estos cambios no tienen por qué ser un callejón sin salida al intentar establecer una comunicación fuerte entre generaciones. Por el contrario, hay mucho que aprender de las generaciones anteriores, en especial de nuestros padres. Islámicamente hablando, todos sabemos que debemos respetar a nuestros padres y no dirigirnos a ellos con palabras rudas y ásperas. Debemos cuidarlos en su edad avanzada. Pero, ¿qué acerca de ser amigos de nuestros padres?
Tus padres son las personas que más te aman en este mundo. Ellos han compartido su vida adulta contigo, cuidándote, atendiendo tus necesidades y amándote. Se han sacrificado por ti y siempre te desean lo mejor. ¿Qué amigo hizo o hace todo esto por ti? Tú tienes muchas cosas en común con tus amigos, pero tú y tus padres tienen más similitud de lo que piensas.
La verdad es que somos el producto de todas nuestras experiencias; por lo tanto, a pesar de que decimos que no queremos ser como nuestros padres, en realidad lo somos. De una manera u otra todos tenemos algunos rasgos y actitudes de nuestros padres. Puede ser que hayas aprendido la puntualidad de tu madre o su falta de tu padre. Cualquiera que sea el hábito o rasgo, será una marca dejada por tus padres en ti. Es como una huella digital de amor; es la marca invisible que nuestros padres dejan en nosotros mientras nos crían. Estas marcas al final definen quiénes somos y dónde hemos estado. Estas se combinan con tu propia naturaleza independiente e individual para crear una persona completa: tú.
La verdadera belleza de estas marcas está en que podemos escogerlas. Podemos determinar cuál atributo de nuestros padres admiramos lo suficiente como para adoptarlo. Tal vez admiras la honestidad de tu madre o la estabilidad de tu padre. Hemos estado observando a nuestros padres toda nuestra vida, vemos como viven, escuchamos lo que dicen y lo absorbemos, consciente o inconscientemente. Ahora que tenemos la posibilidad de discernir lo que vemos y escuchamos es que podemos aprender de ello y, tal vez, incorporarlo en nuestras vidas.
De igual manera, podemos llegar a ver y escuchar lo que no nos agrada y tenemos la opción de prevenirnos de adoptar cualquier rasgo negativo que tengan. El punto es que no debemos enfocarnos en nuestras diferencias, sino enfocarnos en lo que tenemos en común. Estoy segura que te agradará descubrir que tu madre puede hacer mucho más que una deliciosa comida.