El sujeto que dijo que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus estaba en lo cierto, porque es un hecho que los hombres y las mujeres son muy distintos. Yo creo que se debe a que a veces vemos el mundo de manera muy diferente. Eso, y que las mujeres no tienen la misma resistencia y perseverancia que los hombres; que los hombres tienen por imposible atender a un bebé, trabajar, cocinar y hacer compras en un lapso de 30 minutos. De seguro que hay excepciones… pero prefiero hablar de la mayoría de nosotros que somos gente normal y dejar de lado a los potenciales superhombres.
Algunos dicen que el matrimonio es una institución; yo digo que es como una nave espacial, viajando donde ningún hombre o mujer ha estado antes. Cada nueva pareja se embarca en un viaje conjunto, cada uno experimentando una vida única, donde nadie en el mundo tiene las mismas experiencias o expectativas… nunca. Como parejas todos somos únicos. Como esposas, nuestro esposo es nuestro capitán; como madres somos custodios del hogar.
Disculpen las comparaciones, pero era una analogía que se me hizo irresistible. Y si me dejan seguir, pues parece a veces que el universo entero viene contra nosotros usando toda clase de ataques que tienen por objetivo romper con todos los lazos maritales que tanto nos cuesta proteger.
Una de las bases de ser pareja de alguien más es darle una fuerte sensación de seguridad, y esa seguridad solo se puede obtener con una confianza genuina y un lazo íntimo. Sin embargo, la mayoría de las parejas empezamos solo con pasión.
La pasión
¿Quién es capaz de no desearla en su relación marital? La pasión es algo maravilloso en cualquier matrimonio, pero puede ser de corta duración si no se comprende lo que realmente es el matrimonio. Una relación estrecha con tu pareja incluye toda la pasión, pero va aún más allá.
Todos envejecemos y cambiamos físicamente. Así que no podemos dejar que nuestras vidas sean dominadas solo por la pasión. Nuestras relaciones maritales deben tener sustancia y profundidad; y para lograr verdadera pasión debe haber profundo amor y respeto entre ambos.
Este amor profundo puede lograrse solo a través de ciertos niveles de intimidad –y no me refiero con esto a las relaciones sexuales que son lícitas, claro– me refiero a la intimidad del alma.
La intimidad
La verdadera intimidad del alma es el deseo individual de ser completamente abierto con su pareja, hasta el punto que se pueda leer al otro como si fuese un libro que se ha leído muchas veces. Algunos dirán: “¡Qué aburrido! ¡Yo quiero espontaneidad, quiero aventura!” Pero, de hecho, conocer realmente a tu pareja es convertirla en tu alma gemela; nada es mejor que eso.
La gente que llega a conocer los pros y los contras de su pareja desarrolla un lazo estrecho y generalmente no se divorcian… y conforme pasan los años, se hacen más y más cercanos. Conocer íntimamente a otra persona no es una experiencia aburrida si te preocupas por esa persona y ciertamente que es una aventura. Conforme la gente envejece y madura hay siempre cosas nuevas para conversar, cosas nuevas qué aprender conjuntamente y qué experimentar juntos, como una familia.
La verdadera intimidad se logra con charlas reales sobre la vida, compartiendo tus pensamientos y opiniones sobre el mundo alrededor, tus metas y, claro, compartir tus sueños y tus temores.
Esto no significa que para que dos personas vivan juntas deben coincidir en todo… pero la clave está en respetarse mutuamente. El objetivo es lograr hablarse con libertad y de todo, sin enojarse al extremo de no hablarse más, sino que deben escucharse aunque tengan opiniones distintas. Parte de ser un buen oyente es tener compasión por el otro, tratando de entender lo que la pareja trata de decir.
Compasión mutua
La compasión mutua es uno de los factores individuales más importantes para lograr un matrimonio feliz. Sin ella, cualquier amor ganado con la pasión se irá por la borda ante la primera prueba, y la relación se hará más amarga año tras año.
Todas las relaciones –sin importar su naturaleza– deben tener un grado de compasión mutua o serán siempre de corta duración. La compasión genuina por otro ser humano cultiva la misericordia, el entendimiento y mucho amor. Si uno le demuestra a su pareja que se preocupa por él/ella diariamente, por su cotidianeidad, por sus dificultades y por sus experiencias, pues eso no hace sino acercarlos a ambos. Si tu único interés es tu vida y tus problemas, sin tener la paciencia para prestar atención a tu pareja, pues no esperes recibir compasión la próxima vez que la necesites.
La regla de la compasión es “recibirás lo que ofreces”, así que ten mucho cuidado de lo que ofreces.
La amistad
No hay otra manera de decirlo que esta: “Haz de tu pareja tu mejor amistad. Tu esposo o esposa debe ser el mejor amigo que tienes en el mundo”.
Debes tener a tu pareja en un pedestal, por encima de todas las demás personas de este mundo, menos tus padres. Debes tratarla como si fuese tu más antiguo y querido amigo, y debes compartir con ella tu dolor y lágrimas y celebrar con entusiasmo sus triunfos.
Sus metas deben ser para reforzar la unidad familiar por ustedes y sus hijos. Ser amigos íntimos con tu esposo/a también permite a tus hijos experimentar la vida familiar en un ambiente fuerte, seguro y lleno de amor. La relación de ustedes es el ejemplo fundamental de ellos para modelar su futura vida marital.
La bendición matrimonial no debe estar ausente
Todos queremos que nuestro matrimonio sea feliz, y puede serlo si lo tratamos como un emprendimiento de amor, como un lazo sin igual, algo que puede traernos años de armonía y felicidad. Esfuérzate en lo que es más conveniente para ti y tu pareja, y esfuérzate en las áreas de conflicto hasta que ambos lleguen a una solución.
Recuerda que en todos los matrimonios debe haber compromiso, pero que no debemos comprometer nuestros matrimonios por temas secundarios. Recuerda que lo que construyas hoy fortalecerá tu matrimonio mañana.
Con la pasión, la intimidad y la compasión mutua del matrimonio –si le damos la atención apropiada– podemos descubrir a nuestra mejor amistad. Mirar en los ojos de tu pareja y saber que tienes en él o en ella a tu alma gemela, es en verdad una de las bendiciones más preciadas de nuestro Creador.