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Muammar Durman, Argentina - III

Muammar Durman, Argentina - III

Todavía no salgo de mi asombro al ser testigo de una comunidad religiosa que no tiene clero, que ayuna durante todo un mes cada año para conocer el hambre de los pobres, que considera que toda autoridad debe otorgarse en consideración al mérito, que no ve al hombre una criatura malvada y pecadora, y que otorga gloria y licitud a los derechos básicos del ser humano, como disfrutar del sexo, formar una familia y tener un criterio propio. Es decir, el derecho a tener una fe propia y una relación personal con Dios, sin intermediarios. Una religión que exige todas estas cosas buenas como único camino para consagrarse a Dios, me asombra por su honestidad y sabiduría, y hasta ese momento no creía que existiera algo así.

 A través del Islam encontré pureza, no una pureza basada en el aislamiento monástico ni en el puritanismo, sino en buscar la forma más sana de satisfacer nuestras necesidades y relacionarnos con nuestros semejantes. Pero por sobre todo, me fascina comprobar en los textos de historia de los propios eruditos de Occidente que el Islam llevó a la consumación de muchas sociedades plurales e idealistas, y a sus líderes a ejercer la autoridad con una altura moral que creía imposible en el ser humano. Las religiones de Occidente jamás pudieron producir una sociedad así, salvo cuando los pueblos europeos vivían en tribus y aldeas, orígenes que todos los occidentales recordamos ahora con inenarrable nostalgia, a través de las películas épicas. Las religiones de los imperios de Occidente sólo han traído dolor y abusos irracionales al mundo, y no es de extrañar que en nuestras sociedades predomine ahora un escepticismo absoluto sobre la solidaridad mutua y la supervivencia de la humanidad, y un liberalismo vacío y pueril.

 Creo realmente que el Islam salvará a la humanidad, como salvó y refugió a lo largo de la historia no sólo a los musulmanes, sino a todos los pueblos perseguidos y atormentados por Occidente, como a los cristianos de las iglesias primitivas y a los judíos.

 Creo en una religión que respeta los límites de los derechos individuales, y los derechos colectivos y públicos, condenando la explotación del hombre por el hombre y la opresión y el autoritarismo.

 Creo en la religión de un hombre sencillo que enseñó que todas las personas somos iguales como los dientes de un peine, y ordenó pagar al obrero su salario antes de que el sudor causado por su trabajo se haya evaporado de su frente.

  Los gobiernos de Occidente dicen aborrecer el Islam por ser una religión obsoleta y violenta. Y muchos pueblos tradicionales musulmanes, dicen aborrecer las ideas y las ciencias de Occidente por ser contrarias a la religión, y jamás pondrían a sus hijos en contacto con las ideas socialistas de Latinoamérica, con la paleontología evolutiva ni con la Teoría de la Relatividad de Einstein. Y así parece dividido el mundo, entre hemisferios y estilos de vida aparentemente irreconciliables.

 Pero yo no puedo comprender eso. No puedo tomar en serio la opinión del vulgo por sobre lo que me dicta mi conciencia, por sobre la opinión de los sabios de la historia, aun sean sabios occidentales, y menos aún sobre la del Corán y el Profeta. Para mí, leer y seguir a los grandes pensadores y científicos de Occidente me llevó a considerar seriamente el misterio de la creación y la conciencia, y no encuentro cuál es la incompatibilidad con el Sagrado Corán y las enseñanzas del Profeta.

 Tampoco podrán explicar jamás estos y aquéllos cómo mi educación atea me llevó a amar el Islam, ni cómo las sangrientas invasiones y la opresión económica son el resultado de un Occidente ilustrado, moderno y autosuperado.

 Esto es porque la verdad no está en Oriente ni en Occidente, sino en la historia de la humanidad y en el misterio que la originó. Y quien ame verdaderamente al ser humano, no puede jamás despreciar el misterio que nos rodea y que le dio origen.

 Que la paz y las bendiciones de Dios sean con todos ustedes.

 

Mo’ammer Mouhiddín = Marcos.

 

 

 

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