Por Dr. Muhammad Al Awadi
De camino al lugar al que me dirigía en un centro comercial de Kuwait en compañía de algunos invitados y colegas extranjeros, una mujer me detuvo para hacerme una pregunta. Luego pasó a solicitar mi consejo sobre un problema social privado que le preocupaba.
Cuando comenzó a relatar su historia, le aconsejé que consultara a especialistas y le recomendé que buscara la ayuda de la Oficina de Desarrollo Social. Le di los nombres de algunos especialistas que la ayudarían con su problema.
La mujer estaba demasiado cerca de mí, causándome molestias y llamando la atención de la gente. Se dio cuenta de mi bochorno mientras me alejaba de ella para mantener una distancia adecuada entre nosotros, y ella dijo: “¡Perdóneme! Tengo una discapacidad auditiva grave”, señalando el audífono en su oído.
Uno de los colegas que me acompañaban me hizo un gran favor a mí y a esa mujer: era un joven maestro en una escuela en Jalidiya (un suburbio de la ciudad de Kuwait), y estaba esperando con los invitados mientras terminaba mi conversación con la hermana. Mientras hablábamos, un joven que estaba de compras en el centro comercial me estaba filmando mientras estaba de pie con la mujer (que estaba bien vestida), sin mi conocimiento. El joven siguió moviéndose con su cámara con júbilo, tratando de capturar a su víctima.
Mi amigo, el maestro, se apresuró hacia al joven y le pidió que borrara la foto o el video y le dio una lección de buena moral y buenos modales.
La pregunta urgente que se plantea aquí es: ¿cómo entendemos y evaluamos este comportamiento, que se ha convertido en un fenómeno más en nuestra vida social?
¿Por qué la gente compite en tomar fotos de los asuntos privados de los demás sin tener en cuenta los valores y tradiciones sociales y religiosas?
¿Por qué grandes segmentos de la sociedad se obsesionan con capturar fotos o videos de escenas que son inapropiadas, contrariando el sentido común y la religión, y luego publicarlas sin la menor vergüenza o miedo?
¿Estamos sufriendo de locura, una obsesión masiva o un vacío emocional, buscando la autorrealización persiguiendo una foto “exclusiva” o una toma “perfecta” aquí y allá?
Si este fenómeno es difícil de controlar legalmente, ¿cómo podríamos abordarlo socialmente?
Este problema requiere que hagamos un gran esfuerzo para manejarlo. La gente ha sufrido experiencias terribles debido a las fotos de mujeres y hombres inocentes que, como resultado, luego fueron víctimas de crímenes.
Sin embargo, el significado que quiero subrayar y enfatizar en el incidente que me ocurrió es la acción del maestro que tomó la iniciativa de acercarse y prohibir a este joven que me fotografió sin permiso y sin necesidad, y le hizo borrar la foto o el video.
En tales situaciones, el sentido de responsabilidad social de una persona surge porque “Esta religión está fundada en el intercambio de consejos sinceros”, y la ley no puede acomodar todos los detalles y novedades de la vida.
Esto me recuerda la historia relatada por el orientalista británico Michael Cook, quien estudió el Islam y escribió un enorme libro titulado Commanding Right and Forbidding Wrong in Islamic Thought (Ordenar lo correcto y prohibir lo incorrecto en el pensamiento islámico), y fue traducido al árabe por el Dr. Radwan As-Saied.
Como se indica en la introducción, el motivo de Cook para escribir este libro fue un incidente reportado en el New York Times sobre una mujer que fue violada en una estación de tren en Chicago, en presencia de varias personas en la víspera del jueves 22 de septiembre de 1988. Lo que le impactó a Cook de este incidente de violación fue que nadie movió un músculo para ayudar a la mujer, a pesar de escuchar sus llamadas de ayuda, ¡y el incidente ocurrió durante la hora pico!
En su libro, Michael Cook expresó su admiración por la teoría de la obligación moral estipulada por las disposiciones de la Sharía islámica, y mostró más interés en la necesidad de resaltar el “deber individual”, en lugar del papel de los gobernantes en la prohibición del mal, que se conoce en la terminología islámica como “la institución de Hisba (responsabilidad)”.
Debido a la prevalencia de la cultura de invasión de la privacidad de las personas, es necesario renovar y revivir este valor social, fomentarlo y canalizarlo; de lo contrario, podríamos acostumbrarnos a la violación de los derechos de la gente, rendirnos a la invasión de su privacidad y guardar silencio sobre lo que somos capaces de prevenir o frenar en nuestras vidas. Hacer el control de nuestro “deber individual” nos concedería a todos la seguridad psicológica y social. Abstenerse pasivamente de rescatar a una mujer siendo violada no es más que el resultado de los crecientes niveles de falta de compromiso e indiferencia en sociedades que se han adormecido emocionalmente.