Durante los días próximos a la celebración empecé a ver cosas que me recordaron que el ‘Id estaba cerca. Por la noche, las tiendas se veían abarrotadas por inusuales cantidades de compradores. Vacacionistas de los países musulmanes vecinos contribuyen en atestar la ya superpoblada ciudad. Muchas familias saudíes buscan refugio en Egipto de las multitudes en sus propias ciudades por causa del Hayy, solo para encontrar condiciones similares en el Cairo. Pero aquí, el propósito no era puramente de adoración. La gente estaba en Cairo para hacer compras y divertirse.
Empecé a ver más animales de sacrificio siendo llevados a diferentes puntos de la ciudad. A las vacas las llevaban en la parte trasera de camionetas y a las ovejas en el asiento trasero de vehículos pequeños. Los pastores guían a sus rebaños por las calles y en muchos vecindarios es común encontrar animales amarrados a los arboles en preparación para el ‘Id.
La noche anterior al ‘Id era una celebración en sí. Me recordó la víspera de Año Nuevo en los EEUU. En mi país, yo estaba acostumbrado a dormir temprano la víspera del ‘Id para así poder despertarme a su debido tiempo (para la oración). Pero en Cairo ellos no duermen en esa noche. La gente simplemente se queda en las calles toda la noche, asisten a la oración en la mañana y luego duermen todo el día.
Entonces, esa noche intenté hacer lo que los locales hacían. Deambulé por las atestadas calles del centro del Cairo. Los hombres paseaban engalanando las nuevas prendas que habían comprado para el ‘Id y las mujeres deambulaban en grandes grupos hablando y riendo.
Caminé por lo que llamo “fila del matadero”. Se trata de una calle de por lo menos 800 metros donde solo hay carnicerías. En ella se estaban dando todos los preparativos para el gran sacrificio el día siguiente y algunos de los animales ya estaban siendo sacrificados esa misma noche.
Veinte años de costumbre me ganaron. No pude mantener mis ojos abiertos y me dirigí directo para mi residencia. Apenas puse mi cabeza sobre la almohada caí profundamente dormido.
En el camino hacia la oración, por la mañana, me sentí extraño. Ninguno de mis familiares estaba conmigo. No era el mismo olor, ni era la misma sensación. Pero sentí que estaba haciendo algo especial, y que tal vez no conseguiría otra chance de hacerlo. Fui a la oración con un amigo mío mayor que yo y su familia. Llegamos al estadio de futbol y pudimos escuchar el sonido del cantico de los que calculo eran más de 2000 personas. Encontré un espacio vacío en la delgada alfombra, la cual estaba húmeda debido a la grama, y no tuve opción más que sentarme en ella como todos los demás.
Para mí (que siempre viví en los EEUU) estos dos mil y algo orantes eran la mayor congregación para una oración en la que había participado. Un carismático Shaij con una gran barba dio el sermón en árabe. Pude entender algunas palabras y oraciones del sermón. Pero lo que sí se podía sentir claramente era la intensidad y la pasión en su voz. Y si bien disfruto mucho los sermones en mi ciudad, fue interesante ver cómo se hacían en otras partes del mundo.
Después del sermón se llevó a cabo una oración yanazah [oración funeral islámica]. Pensé en mi interior qué afortunado es el difunto al tener miles de personas pidiéndole a Al-lah en sus oraciones que le Bendiga y Perdone. Luego, la gente empezó a dispersarse pero yo me quedé a observar. Pude ver musulmanes de distintas nacionalidades abrazándose entre sí. Todos parecían felices. A los niños se les entregaban bolsas con regalos. Había oficiales de policía en el estadio, pero no estaban en servicio, sino que vinieron a adorar. Puede ser que esto les parezca algo nada extraordinario a algunos, pero para mí era algo diferente. Definitivamente, el ‘Id podía sentirse en el aire.
El sacrificio ya había empezado cuando volví al área residencial donde me estaba quedando. Me apresure hacia la multitud de personas que rodeaban al siguiente animal en ser sacrificado. Era una vaca y cinco hombres la tenían sometida en el suelo. Un simpático niño de diez años decidió que los adultos necesitaban su ayuda y colocó graciosamente su pie en la cola del animal.
Con voz alta se pronunció "Bismil-lah, Al-lahu Akbar" [en el nombre de Dios, Dios Está encima de todas las cosas] y un rápido corte en la garganta del animal completo el sacrificio.
Más tarde aquel día, me reuní con algunos amigos míos de los EEUU. Uno era estudiante en la Universidad Americana en el Cairo y el otro estaba de vacaciones como yo. Fuimos a ver las pirámides y la esfinge. Era la segunda vez que visitaba este lugar. Antes había ido solo y pagué 300 libras egipcias (más o menos 60 dólares) por montar una hora a caballo y un tour de las pirámides. Me di cuenta qué tanto había pagado la primera vez cuando vi a mi amigo regateando con el guía realizar el mismo viaje por no más de 50 libras egipcias.
Acabamos caminando, lo cual nos dio una perspectiva diferente a la de ir montado a caballo. Poder ver las pirámides y la Esfinge en vivo después de haberlas visto por televisión o las películas, es una experiencia maravillosa. Por momentos lo único que acertaba a hacer era sentarme y tratar de pensar acerca de la historia detrás de estos grandiosos monumentos y cómo Al-lah puede Hacer desaparecer tales civilizaciones si así lo Decreta.
Las Pirámides parecían estar construidas para tocar el cielo, como si estuviesen queriendo alcanzar algo. Parecía como que cada Pirámide tenía algo que contar. Desde las mismas se podía ver toda la ciudad del Cairo, un panorama realmente espectacular. El sol se puso detrás de las pirámides y nos dirigimos a cenar.
Nos encontramos con otras personas en el centro del Cairo en un restaurante de nombre Felfela. Era un local elegante con un bien decorado comedor. Allí cenamos con dos norteamericanos de Kentucky que no eran musulmanes, un musulmán de Chicago, otro de Nueva York, un egipcio, un pakistaní y un no musulmán de Brasil. Era todo un colaje de culturas y personalidades que hasta para un habitante de Los Ángeles, como yo, no era común experimentar.
Hablamos sobre profesiones, religiones, ideologías e intercambiamos anécdotas de viaje. Hablamos acerca de la vida en el Cairo y cómo era diferente a la de nuestros propios países. Todos mencionamos jocosamente lo descuidados que son los taxistas cairotas. Intercambiamos emails y cuentas de Facebook y dimos por terminada la noche.
‘Id Al Ad-ha es una celebración que dura tres días. Al siguiente día la celbración continuó. Me complació ver por primera vez en mi vida que las tiendas estuviesen cerradas por causa del ‘Id. Sin embargo, necesitaba cambiar dinero y los bancos estaban cerrados, gracias a Al-lah pude encontrar una entidad financiera abierta dentro de un hotel donde se hospedan muchos extranjeros.
Era viernes. Asistí a la Salat Al Yumu’ah en la Mezquita del Azhar. Esta mezquita tiene cientos de años de antigüedad. Había como 600 personas atendiendo el sermón y la oración. Despues de la salah me tomé fotos con niños que jugaban en el gigantesco piso de mármol de la parte frontal de la inmensa mezquita. Más tarde, ese día, visité la Mezquita de Ibn Tulún. Esta mezquita feu construida 200 años después de la muerte del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Recé la oración del ‘Aser allí e hice un tour por tan histórico lugar. El Cairo es un museo gigante. La historia de casi cada época de la existencia humana se encuentra preservada en él.
Después de visitar varias mezquitas antiguas, decidí ir a visitar algunas de las atracciones más modernas del Cairo. Tomé un taxi a City Stars, un centro comercial del que había oído mucho toda la semana. Fue un viaje de 35 minutos que me costó 25 libras egipcias.
El centro comercial era realmente como me lo habían descrito y mucho más. Tenía como siete pisos llenos de tiendas que ofrecían marcas conocidas. Era el mayor y más elaborado centro comercial que he visto. Aún el Beverly Center (Beverly Hills, California) no se le comparaba. El centro estaba lleno, los elevadores estaban reventando. Jóvenes y jovencitas deambulaban por los extensos pasillos. Las familias estaban haciendo compras. En mi ciudad, encontrarse con un musulmán en un centro comercial es un evento que merece ser mencionado. En City Stars, la gran mayoría eran musulmanes.
En verdad, esta no fue una celebración ordinaria del ‘Id. Cuarenta y ocho horas después, me encontraba en un avión retornando a casa. Las experiencias que tuve y la hospitalidad de mis hermanos y hermanas en el Islam es algo que nunca olvidaré. Ahora sé lo que me había estado perdiendo cada ‘Id. Me siento como si en el pasado solo hubiese conocido la versión inferior de esta celebración. Deje el Cairo queriendo más.