Es un hecho histórico innegable que antes del advenimiento del Islam, la búsqueda de la ciencia era condenada por considerarse una herejía. No es necesario ir muy lejos para buscar la razón de ello. En aquella época, la mayoría de la gente no podía pensar en abstracto y consideraba los elementos de la naturaleza (el tema del que se ocupa la ciencia) como objetos sagrados, que poseían poderes sobrenaturales. Hacían ídolos que simbolizaban diferentes elementos y los adoraban como dioses y diosas, ya sea para protegerse del mal o para conseguir determinados objetos. Fue así como se erigió un panteón y el sol, la luna, las estrellas, el aire, el agua, los animales, e incluso los árboles y las piedras fueron divinizados y adorados.
No era antinatural que, en tales circunstancias, cualquier desviación de la creencia predominante en su santidad fuera tachada de sacrilegio, y cualquier intento de examen crítico de su potencial, para bien o para mal, estigmatizado como profano. Así, todo lo que era útil en los cielos y en la tierra permaneció totalmente inexplorado, y durante miles de años el hombre no se dio cuenta de la sublime utilidad de las fuerzas de la naturaleza. Estaba reservado para el hijo inexperto del desierto abrir los ojos del humano al mundo maravilloso de la naturaleza, derribando sus elementos del alto pedestal de divinidad en el que habían sido colocados, a la posición de servidores de la humanidad.
La sumisión de los elementos naturales al ser humano
El Corán dice: {Al-lah ha creado para beneficio de ustedes la noche, el día, el sol, la luna y las estrellas; todos están sometidos a Su voluntad. En esto hay signos para quienes razonan} [Corán 16:12].
Así, los dioses de los pueblos preislámicos fueron reducidos de un plumazo a la condición de siervos del ser humano. Por primera vez en la historia del mundo, el Sagrado Corán declaró en un lenguaje inequívoco que el propósito principal para el que fueron creados todos los objetos −desde el más poderoso sol hasta el más insignificante átomo− era atender las necesidades del ser humano. Como todo en el universo está destinado a su uso, se le ha ordenado al ser humano que utilice sus facultades para investigar sus propiedades intrínsecas, es decir, que cultive todas las ramas de la ciencia para descubrir la Divinidad que diseñó a la humanidad y al mundo que la rodea.
En el Corán, el hombre fue declarado vicerregente en la tierra por el Señor del universo, y todo lo que hay en ella le está subordinado. Así, el Corán dio un tremendo impulso al desarrollo de la investigación científica. De hecho, los cimientos de la ciencia moderna se establecieron para que el ser humano conozca las verdaderas propiedades de las fuerzas y leyes de la naturaleza y sepa aprovecharlas para su beneficio.
El inicio de la conquista de la naturaleza que lleva a la utilización de sus fuerzas en beneficio de la humanidad es, de hecho, una de las mayores bendiciones que el Islam ha aportado a la humanidad.
El Corán indicó claramente la manera de reducir la naturaleza al servicio del hombre mediante la contemplación y la observación de cuatro maneras: tafaqquh, tadabbur, tafakkur y ta'aqqul (aprendizaje, reflexión, contemplación y meditación). Mediante el tafaqquh (aprendizaje) se puede llegar a una idea correcta de las cosas y sus diferentes características; mediante el tadabbur (reflexión) se puede adquirir el conocimiento de cómo utilizarlas adecuadamente, el tafakkur (contemplación) enseña las formas en que las cosas han llegado a existir, mientras que el ta'aqqul (meditación) da el conocimiento que permite al humano hacer uso correcto de los diferentes elementos en la vida cotidiana.
Fueron las meditaciones indicadas por el tafakkur y el ta'aqqul las que impulsaron diferentes tipos de investigación científica entre los primeros musulmanes. Así es como el Corán puso en manos del ser humano la llave de los tesoros de la naturaleza y la Revelación Divina vino a mostrarle el camino del progreso material. Dado que todo en el universo estaba destinado al servicio del humano, era un acto virtuoso que este investigara los reinos de la naturaleza para descubrir la utilidad de sus diversos componentes. Así, el primer principio del progreso −la exploración y posterior utilización de las fuerzas de la naturaleza para satisfacer las necesidades de la humanidad y ayudarle a darse cuenta de la grandeza de su Creador− se convirtió en un artículo de fe para los musulmanes, y les impulsó a dedicarse a la investigación científica.
(Extraído de: “Una guía sencilla acerca de la contribución del Islam a la ciencia y la civilización”.)
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Islam y Ciencia