El asesinato es uno de los peores y más grandes pecados que pueda cometer una persona, además que es uno de los problemas que más afectan a la sociedad y amenazan su estabilidad; por ello, en el Islam no es permitido quitarle la vida a ningún ser humano sino por un derecho y bajo el reglamento de la ley, Dice Al-lah, Altísimo y Todopoderoso (lo que se interpreta en español): {No matéis al prójimo, pues Al-lah lo ha prohibido, salvo con justo motivo.} [Corán 17:33]; y el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Si todos los habitantes del cielo y la tierra se pusieran de acuerdo para matar a una persona sin justo motivo, Al-lah les arrojaría a todos al fuego del Infierno”. [At-Tirmidhi]
En este mismo orden de ideas encontramos que en Islam está prohibido rotundamente amenazar y aterrorizar a las personas, incluso en broma no es permitido. El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam dijo: “A quien apunta a su hermano con un arma, los ángeles lo maldicen, incluso si se trata de su hermano de sangre”. [Muslim]
El juicio de la prohibición de la amenaza no se limita solamente a los musulmanes, también incluye a los no musulmanes, como lo atestigua la misma historia del Islam. Ibn Hibban y Al Hakim, que Al-lah los Tenga en Su misericordia, registraron que Zaid ibn Su’nah, un judío con quien el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, había contraído una deuda, se acercó al Mensajero de Al-lah, lo agarró por la camisa y con dureza le dijo: “¿Por qué no me pagas lo que me debes, Muhammad? Ustedes los descendientes de ‘Abdul Muttalib son gente que se retrasa en el pago de las deudas, lo sé porque los conozco”. El mismo Zaid relató: “Miré a Omar ibn Al Jattab y vi en su rostro la furia y la ira en contra mía, me dijo: ‘¿Te atreves a hablar y tratar al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, de esa manera delante de mí? Si no fuera que por este hecho no es permitido que se tome la vida de alguien, te atravesaría con mi espada’”. El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, con toda la calma del mundo se dirigió a Omar diciéndole: “Necesitábamos más de ti Omar. Hubiese sido mejor que nos aconsejaras, a mí para pagar mis deudas y a él para que reclame sus derechos con más respeto y mejores maneras. Ve y págale su deuda, además dale 20 Sa’ (un Sa’ equivale a 2 kilos con 450 gramos aproximadamente) de dátiles en compensación por tu amenaza y el susto que le hiciste pasar”.
El simple hecho de asustar a una persona, sea en broma o no, no es ilícito en nuestra religión. ‘Abdur-Rahman ibn Abi Laila reportó que estando en un viaje con el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, un hombre fue a dormir, cuando entró en su sueño lo asustaron con una cuerda; entonces, el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “No está permitido que un musulmán asuste a otro”. [Abu Dawud]
Para impedir que las personas a las que no les basta con el temor del castigo de Al-lah, o que no son conscientes de que Él Está atento a todo lo que hacemos, es que en el Islam existe un ordenamientos judicial y penal en el que se establecen sanciones y penas para quienes transgreden los límites establecidos por la ley. Esta es la forma en que con la Shari’ah se protege la vida, la razón, los bienes, la dignidad y la religión, para que la gente pueda vivir tranquila y segura en la sociedad.
Por último, cabe mencionar que hasta en los casos extremos el Islam dicta leyes y condiciones llenas de misericordia hacia todo el mundo. En la guerra, por ejemplo, primero que todo, está prohibido rotundamente que los musulmanes inicien un conflicto y que sean los agresores, sólo se permite entrar en un combate por defensa de los principios que la Shari’ah busca proteger. Pero aún en ese caso, está prohibido que se ataquen y maten mujeres, niños, ancianos y representantes religiosos, a menos que ellos estén dentro del ejercito agresor, tal como lo estableció el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, quien dijo: “No maten a los ancianos, los menores, los pequeños y las mujeres”. [Bujari] Tampoco es permitido que se devasten los poblados, ciudades, campos y toda infraestructura del enemigo, como lo ordenó el mismo Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam.