Yabir ibn ‘Abdul-lah, que Al-lah esté complacido con él, dijo:
Dijimos: “¡¿Hasta cuándo dejaremos al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, exiliado en las montañas de La Meca y temeroso?!” Por eso, setenta hombres de nosotros nos dirigimos en la temporada de Al Hayy (la peregrinación mayor) hacia la Meca par encontrarnos con él. Esperamos en el desfiladero de Al ‘Aqabah, adonde llegamos unos solos o en parejas, hasta que nos reunimos todos. Entonces preguntamos: “Mensajero de Al-lah, ¿en qué términos deseas que te juremos fidelidad?”. A lo que él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, respondió: “Juradme obediencia en la actividad y la inactividad, gastar por la causa de Al-lah tanto en el bienestar como en la estrechez, recomendar el bien y prohibir el mal, llamar al camino de Al-lah sin temer el reproche de nadie, apoyarme y protegerme cuando emigre a vuestra ciudad tal y como lo hacen con sus esposas e hijos. Y como recompensa tendréis el Paraíso”.
Yabir, que Al-lah esté complacido con él, continuó diciendo:
Nos dirigimos a él y le juramos fidelidad. As‘ad ibn Zurarah, que Al-lah esté complacido con él, un joven, cogió su mano y dijo: “¡Despacio, gente de Yazrib [antiguo nombre de la ciudad de Media]! No hemos viajado sino sabiendo que es el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y que albergarle hoy significa enemistarnos con todos los árabes, la muerte de los mejores de los nuestros y las heridas de las espadas. Así que , ¿serán capaces de afrontarlo, y Al-lah Será Quien les Recompense, o se acobardarán?, y en este último caso declárenlo, pues esto les servirá de mejor excusa ante Al-lah”. En ese momento le dijeron: “Retírate, As‘ad. Juramos por Al-lah no dejar este pacto ni desistir de él nunca”.
Yabir, que Al-lah esté complacido con él, dijo: “Nos dirigimos hacia él y le juramos fidelidad, y él nos puso condiciones, prometiéndonos el Paraíso”.
De este modo, Al Ansar, que Al-lah esté complacido con ellos, le hicieron el juramento de fidelidad al Mensajero de A-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, comprometiéndose a obedecerle, apoyarle y luchar por la causa de Al-lah. Por eso, ‘Ubadah ibn As-Samit, que Al-lah esté complacido con él, lo llamó “el Pacto de la Guerra” [Musnad del Imam Ahmad].
La narración de Ka‘b ibn Malik Al Ansari, que Al-lah esté complacido con él, uno de los participantes en el Segundo Pacto de Al ‘Aqabah, tiene importantes detalles, dijo: “Salimos con los peregrinos idólatras de nuestro pueblo, después de haber rezado e instruido en la religión [el Islam]. Luego fuimos a hacer los ritos de la peregrinación mayor y nos quedamos con el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, en Al ‘Aqabah, en uno de los días de At-Tashriq (los tres días que siguen a ‘Id Al Ad-ha, la fiesta del sacrificio). Ocultámos a los idólatras que nos acompañaban nuestro plan. Aquella noche dormimos con nuestra gente en nuestras tiendas; y pasado un tercio de la noche, partimos de nuestro campamento para acudir a nuestra cita con el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, a hurtadillas, hasta que nos reunimos en el desfiladero de Al ‘Aqabah. Éramos setenta y tres hombres acompañados de dos mujeres de nuestras esposas: Nusaibah bint Ka‘b y Asma’ bint ‘Amr, que Al-lah esté complacido con ambas. Permanecimos en el desfiladero en espera del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, quien vino acompañado de Al ‘Abbas ibn ‘Abdul Muttalib, que Al-lah esté complacido con él, que aunque en aquel entonces aún profesaba la religión de su gente, quería asistir con su sobrino y asegurarse de su seguridad. Cuando se sentó, el primero que habló fue Al ‘Abbas ibn ‘Abdul Muttalib, que Al-lah esté complacido con él, quien aclaró que al Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, su gente lo protegía, Banu Hashim, pero que él quería emigrar a Medina. Por lo tanto, Al ‘Abbas quería asegurarse de que los Ansar lo protegerían, y si no, deberían dejarlo. Los Ansar, que Al-lah esté complacido con ellos, pidieron que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, hablara y pusiera las condiciones que quisiera. Entonces dijo: “Hacemos el pacto a condición de que me defiendan tal y como lo hacen con vuestras mujeres e hijos”.
Al Bara’ ibn Ma‘rur, que Al-lah esté complacido con él, tomó su mano y dijo: “Sí, juro por Aquel que te Ha enviado con la verdad que te protegeremos como hacemos con nuestras mujeres e hijos, permítenos jurarte fidelidad, Mensajero de Al-lah. Por Al-lah, somos hábiles guerreros, cosa que hemos heredado de padres a hijos…”. Abu Al Haizam ibn At-Taihan, que Al-lah esté complacido con él, le interrumpió diciendo: “Mensajero de Al-lah, tenemos lazos con los judíos y vamos a romperlos; entonces, si lo hacemos, y luego Al-lah te Hace triunfar, ¿volverás a tu gente y nos abandonarás?”. Entonces el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, sonrió y respondió: “No. Si se derrama la sangre de alguno de vosotros, será como si se hubiera derramado la mía. Soy de vosotros, y vosotros de mí. Lucharé contra quien combatáis y haré la paz con quien la hagáis”. Luego, dijo: “Elegid a doce hombres de vosotros para que sean jefes de toda su gente”. Así pues, eligieron a doce jefes, nueve de (la tribu de) Al Jazray y tres de Al Aws.
En ese momento el Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, les pidió volver a sus tiendas. Luego, oyeron a Satanás gritando para advertir a Quraish. Al ‘Abbas ibn ‘Ubadah ibn Nadlah, queAl-lah esté complacido con él, dijo: “Por Al-lah, Quien te Ha enviado con la verdad, si quieres, lucharemos contra la gente de Mina mañana con nuestras espadas”. El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, respondió: “No se nos ordenó esto; volved a vuestras tiendas.” Así pues le obedecieron. A la mañana siguiente, un grupo de los jefes de Quraish vinieron a ellos y les preguntaron acerca de lo que oyeron de su pacto con el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y el hecho de invitarle a emigrar. Los idólatras de Al Jazray y Al Aws juraron que no lo hicieron, mientras los musulmanes se miraban unos a otros.
Ka‘b ibn Malik Al Ansari, que Al-lah esté complacido con él, continuó: “Entre este grupo de Quraish estaba Al Hariz ibn Hisham ibn Al Mugirah Al Majzumi, quien llevaba un calzado nuevo”. Añadió: Le dije a Abu Yabir una palabra para participar con el grupo no musulmán en lo que dijeron (negando que se hubiera hecho ningún pacto, a fin de distraer al grupo de Quraish y confundirles): “Abu Yabir, para ser uno de nuestros nobles, ¡¿no puedes tener un calzado como el que lleva este joven de Quraish?!” Al Hariz los oyó, así pues se los quitó de los pies, y se los tiro y dijo: “Por Al-lah, llévatelos”. Entonces Abu Yabir me dijo: “¡Cállate! Por Al-lah, has enfadado al joven. Devuélvele su calzado”. A lo que respondí: “No, por Al-lah, no se lo devolveré; es un buen augurio, y si es correcto, significa que le despojaré de sus prendas tras matarlo”. [Al Albani: Sahih (auténtico)]