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Los Ángeles – IV

Los Ángeles – IV
Los Ángeles y la muerte
El encuentro más importante que tendrá el ser humano con los ángeles será en el momento de la muerte. Los ángeles tienen más misericordia con el ser humano que sus propios padres o cualquier otra persona. Así, en el momento de la muerte nadie puede ayudar al ser humano por más aprecio que le tenga, pero los ángeles sí lo hacen, reconfortándolo y tranquilizándolo. Nos ha sido relatado en el hadiz transmitido por Al Bara’ Ibn ‘Azib, que cuando el siervo creyente está por abandonar este mundo y pasar al otro, los ángeles descienden del cielo y se presentan ante él con rostros blancos, radiantes como el sol. Traen con ellos una mortaja y perfumes del Paraíso, y se sientan al alcance de su vista. Entonces, el ángel de la muerte aparece y se sienta a la altura de su cabeza, y dice: ‘¡Oh, alma buena! Sal al encuentro de la misericordia y complacencia de tu Señor. Entonces, ésta sale (del cuerpo) como una gota de agua que cae de la boca de un jarro”; el alma sale así de fácil, como la gota de agua que cae del jarro. Un ángel saca el alma del cuerpo y otros ángeles tienen la misión de llevarla a los cielos, y cuando su alma es llevada (a los cielos), cada ángel entre la Tierra y los cielos pide la bendición de Al-lah sobre ella. Las puertas del cielo son abiertas para él y no hay uno solo de sus guardianes que no pida a Al-lah para que le sea permitido ascender hasta los lugares donde ellos están. En su camino, no hay grupos de ángeles que pasen que no pregunten: "¿De quién es esta buena alma?" Los Ángeles (que la cargan) responden: ‘Se trata de tal y tal, el hijo de tal y tal’, llamándolo por los mejores nombres por los que era conocido en la Tierra. Cuando arriban al primer cielo, piden que les sean abiertas las puertas y les son abiertas. Mientras se mueven de cielo en cielo hacia el séptimo, en cada uno de ellos los ángeles más cercanos a Al-lah caminan con el alma, acompañándola y despidiéndola. Cuando alcanzan el séptimo cielo, Al-lah dice: ‘Registrad el libro de Mi siervo en ‘Illiyin (el registro de las buenas acciones)’. Así los ángeles colocan su libro en ‘Illiyin, y entonces Al-lah ordena: ‘Devolvedlo a la tierra de la cual lo creé, a ella lo devolveré y de ella será extraído nuevamente [para su resurrección]…’”. Entonces, el alma es devuelta a la tierra y, según dicen algunos estudiosos, esto ocurre en el momento que se está lavando el cuerpo del difunto, preparándolo para ser enterrado.

Las preguntas en la tumba

Los ángeles también acompañan al muerto hacia su tumba, después de que se reza su oración fúnebre (Yanaazah); y están allí cuando la tumba es tapada con tierra. Aquí finaliza la primera etapa de la vida del ser humano, la de la vida terrenal, y empieza la de la vida en la tumba. Una vez que la persona está en su tumba, vienen a ella dos ángeles y le hacen tres preguntas. Algunas personas, ignorantes y enceguecidas por los placeres de la vida terrenal, niegan la ocurrencia de esta situación y dicen: “¿Cómo es posible que le pasen todas estas cosas a un muerto?” ¿Acaso no se dan cuenta estas personas ciegas que Al-lah creó al ser humano de la nada, y es Al-lah Quien creó en él un alma, y es Al-lah Quien la devuelve a la tierra para que el muerto pueda responder a las preguntas? El tiempo para hacer obras de bien o de mal ha terminado, ahora es tiempo de ser cuestionado y de responder. ¿Rezaste o no rezaste cuando estabas vivo? ¿Te alimentabas con lo Halal o lo Haram? ¿Eras humilde con la gente o te creías mejor que los demás? Todo lo que hacíamos en la Dunia (la vida terrenal) ha sido registrado y puesto por escrito. Las preguntas de los ángeles están relacionadas con lo más importante en la vida del musulmán: la ‘aquidah (la creencia). Los ángeles preguntarán primero: “¿Quién es tu Señor?” Muchos creen que se trata de una pregunta fácil de responder, muchos creen que será como en la Dunia, que pueden mentir o fingir creer en Al-lah; pero en la tumba ya no hay mentiras, en la tumba ya no dices lo que te da la gana ni haces lo que te da la gana. El ser humano sólo podrá decir la verdad, sólo podrá hablar lo que Al-lah le permita. Por eso, Al-lah Dice en el Corán (lo que se interpreta en español): {Al-lah afianza a los creyentes con la palabra firme en esta vida y en la otra [que no hay nada ni nadie con derecho a ser adorado salvo Al-lah], y extravía a los inicuos. Ciertamente Al-lah hace lo que Le place} [Corán 14:27] Si el siervo responde: “Mi Señor es Al-lah”, es gracias a que cuando estaba vivo creyó verdaderamente en Al-lah y obedeció la Ley de Al-lah; porque conocía a Al-lah con sinceridad y Él lo recompensa haciéndolo decir la respuesta correcta.

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